Fui a Tokio en 2019, meses antes de que el mundo cambiara para siempre, por el covid. Al llegar, me sentí como si hubiera entrado en otro mundo. La ciudad es un ejemplo brillante de orden y armonía, donde cada detalle está cuidadosamente planificado. Desde las calles pulcras hasta la puntualidad del transporte público, Tokio refleja una cultura que valora el respeto y la educación.
Durante mi estancia, presenté una exposición de fotografía sobre el Terremoto en México de 1985. Cada rincón de aquella ciudad cuenta una historia única; los templos antiguos conviven con rascacielos futuristas, mostrando cómo la tecnología y la tradición pueden coexistir en perfecta sinergia.

En este viaje inspirador, comprendí que el futuro está claramente en Asia. La innovación brota en cada esquina y las posibilidades son infinitas. Tokio no solo me dejó recuerdos imborrables; me mostró cómo un enfoque ordenado puede llevarnos hacia un futuro más brillante y lleno de oportunidades.