Cuando viajé a Marruecos, en 1998; uno de los lugares que más me cautivó fue Chefchaouen. Recuerdo perfectamente el momento en que tomé esta foto de unos niños jugando en una de sus callejuelas empedradas. Todo a mi alrededor estaba teñido de azul: las fachadas, las puertas, las escaleras… cada rincón parecía sacado de un sueño. Chefchaouen, anidada en las montañas del Rif, tiene una energía muy especial. Mientras observaba a los niños reír y correr entre telares y callejones, sentí que ahí el tiempo pasaba distinto, más lento y tranquilo. De pronto se colocaron así con su balín de Futbol Soccer, supongo que imitando el momento en el que un portero detiene el balón en la red. Ahí disparé.
Chefchaouen es un lugar donde los colores, los aromas y las sonrisas se quedan grabados para siempre en la memoria.
